¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No
somos autosuficientes; solos, solos, nos hundimos. Necesitamos al Señor como
los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra
vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los
discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta
es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso
lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca
muere.
Cuántos padres, madres, abuelos y
abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos,
cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e
impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien
de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.